ICONS: François Lesage “No hay Couture sin bordados, ni bordados sin Lesage”

ICONS: François Lesage “No hay Couture sin bordados, ni bordados sin Lesage”

ICONS: François Lesage “No hay Couture sin bordados, ni bordados sin Lesage”


Conoce las personalidades que, como François Lesage, han dado forma a la estética, filosofía y trabajo de la directora creativa y diseñadora de la Firma en la serie ICONS.

Un archivo de más de 70 mil muestras, decenas de técnicas e incontables materiales que durante décadas han llevado el oficio un paso más allá, uniendo artesanía e innovación. Su nombre es sinónimo de prestigio y el mismísimo Karl Lagerfeld dijo de él que “no hay Couture sin bordados, ni bordados sin Lesage”.

Pese a que la figura de François Lesage sea la más preminente y prolífica de la saga familiar, el legado de la casa Lesage se remonta tres generaciones en el tiempo, a mediados del siglo XIX, donde se encuentran los orígenes de la moda como la entendemos hoy en día y de la alta costura. Es en este híbrido moda-arte que llena de creatividad y teatralidad las pasarelas, alfombras rojas y afortunados armarios, en el que la casa Lesage ha jugado un papel de suma importancia.

Fue en 1924 cuando Albert y Marie-Louise Lesage adquirieron el taller de Albert Michonet, fundado en 1858. Proveedor de telas de Charles Worth, considerado el primer diseñador de alta costura, y bordador para las compañías de teatro de París y de la corte de Napoleón III, el taller de Albert Michonet se erigió como uno de los más importantes de la capital francesa. Es por eso que los Lesage, él, un comercial y director de ventas en el sector textil y moda que se incorporó al taller como futuro sucesor, y ella, encargada de bordados de la couturière Madeleine Vionnet, vieron el potencial y apostaron por el el negocio,  rebautizándolo como Albert Lesage & Cie.

Los roaring twenties sonrieron a la casa Lesage, que diseñó extravagantes y magníficos bordados para Vionnet, Paquin, Poiret o Schiaparelli, entre muchos otros, y en los que la economía al alza y el optimismo generalizado hicieron del derroche y la exuberancia las principales características, tanto en el arte como en los bordados de la casa. Como anécdota, y con un futuro giro de acontecimientos al menos irónico (ya que casi un siglo después lo comprará para garantizar su supervivencia) el taller Lesage nunca bordó para la Maison Chanel en esta época, debido a la acérrima enemistad de Coco con los diseñadores Poiret y Schiaparelli.

Pese a que al adquirirla diversificaron y empezaron también a producir su propia línea de tejidos y estampados, las dos Guerras Mundiales y su mayor competidor, René Bégué, causaron estragos en la empresa durante las siguientes décadas. Sería Schiaparelli quien en los ’30 les salvaría de la ruina, convirtiéndose el encargo en algunas de sus piezas más icónicas, los diseños Cocteau y la colección Zodíaco.

De los tres hijos de los Lesage, François heredó el talento por el color de su madre y del dibujo por su padre, mostrando un gran talento a una pronta edad. A los 19 fue enviado a EE.UU. donde entró en contacto el Hollywood de la época vistiendo a Edith Head o Marlene Dietrich. La repentina muerte de su padre le hizo regresar a Paris en 1949 y tomar las riendas del taller junto a su madre.

La Alta Costura en su máximo apogeo, y con François al frente, fue una de las épocas doradas de la empresa, que no paró de expandirse y ganar prestigio, trabajando para Cristóbal Balenciaga, Christian Dior, Pierre Balmain, Jacques Fath, Jacques Heim, Jean Dessès… Pero la homogenización de la moda e irrupción del prêt-à-porter volvieron a casi hacer caer a la casa, que se volvió a recuperar en los 70 gracias a Yves Saint Laurent y el gusto ostentoso y refinado que recuperó, considerar la ropa profusamente bordada a mano como la quintaesencia del lujo. Una de las piezas más icónicas de ambos creadores es la chaqueta inspirada en los Girasoles y Lirios de Van Gogh, pieza que con más de 250 mil lentejuelas en 22 colores, cientos de horas de confección y valorada en más de 100 mil euros.

Albert Lesage trabajó con materiales excepcionales: cristal de Murano para flores pequeñas e imitación de piedras semipreciosas, como lapislázuli, jade, rocas turquesas con patrones de tela negra, piedras artificiales, guijarros y cabujones. Trituró lentejuelas de gelatina para darles la apariencia de monedas martilladas, combinó chenilla y visón, y usó hojas de metal y escamas de pescado.

Los 80 y 90 supusieron la internacionalización de la casa, adquiriendo clientes de Italia, Japón y EE.UU. Calvin Klein, Bill Blass u Oscar de la Renta sus favoritos. También fue cuando Karl Lagerfeld se incorporó a Chanel y se inició su fructífera y estrecha relación. La lista de grandes nombres para los que François Lesage trabajó es extensa, a la que se suman también pequeñas marcas y diseñadores emergentes, para quienes en muchas ocasiones François Lesage confeccionó gratis con la clara convicción de que apoyar el talento joven es primoridal para mantener la industria y el oficio vivos. En su época Christian Lacroix o Jean Paul Gaultier, y hoy en día Alexandre Vauthier, son prueba de ello.

El cambio de siglo y la paulatina caída de la alta costura, pasando a ser más una forma de arte y espectáculo para las grandes casas, que un negocio rentable, las deudas volvieron a acumularse. Fue crucial la adquisición de la compañía por parte de Chanel en 2014 para garantizar la continuidad de la casa, de su legado histórico y de las técnicas artesanales centenarias, sin restringir sus servicios a la Maison sino permitiéndoles continuar produciendo para todo tipo de marcas y diseñadores. 

Hacia el final de su vida, François recibió toda suerte de elogios y premios. Los museos de moda le dedicaron exposiciones, le concedieron la “Legión de Honor” y, poco antes de morir, recibió la mayor distinción cultural de Francia: ser nombrado Maître d’Art, maestro de las artes.